Desarrollo emocional en la infancia.
En los primeros años de vida de los niños es muy difícil definir sus emociones y sentimientos porque están íntimamente unidos a su actividad muscular y el desarrollo emocional avanza de forma paulatina. Así pues, el niño descarga sus tensiones emocionales de alegría dando palmadas, saltando o corriendo, y las de cólera pataleando, mordiendo, tirándose al suelo o rompiendo cosas que tiene a su alcance.
Otras características del desarrollo emocional es que los estados de ánimo en esta edad son muy pasajeros, cambiantes y fáciles de ser provocados por cualquier estimulo que distraiga su atención hacia otro sentido.
Hacia los dos años de edad puede aparecer el miedo, especialmente si se le provoca por situaciones o imágenes o se le transmite por personas allegadas a él.
Los sentimientos de celos, aunque pueden aparecer antes de cumplir los dos años de edad, no suelen manifestarse con gran intensidad hasta pasados los tres años.
En torno a los tres años de vida puede aparecer el sentimiento de envidia, pues es entonces cuando el niño descubre plenamente su propia persona y nace, en consecuencia, el concepto real de pertenencia. Así pues, designa las cosas como “mío” y “tuyo”. Cuando tienen un año y medio, más o menos, empiezan a reclamar lo “mío” y ya pueden distinguir entre el “tu” y el “yo”.
El desarrollo emocional está muy ligado al comportamiento que tienen en la primera infancia y aunque todavía son muy dependientes de sus padres suele imitarlos en sus actividades. Suelen ser bastante tozudos y tienen a oponerse a todo aquello que se le dice, no por rebeldía, sino debido a la inseguridad que le determinan sus pobres diferenciaciones de conceptos. Por ejemplo, en torno a los tres años de edad ya no dicen adiós con la mano como una simple gracia infantil (lo que había estado haciendo hasta ese momento) sino con el sentido de una cosa acabada. Tiene muy claro el sentido de los finales…
A los dos años existe una estrecha dependencia entre el desarrollo mental y el motor, parece como si pensara con sus movimientos. Interpreta lo que ve y lo que oye, así podemos observar que al contarle un cuento donde el protagonista grita, no solo abrirá la boca sino que también chillara. Es normal que a esta edad hable frecuentemente mientras actúa y al mismo tiempo ejecuta lo que dice con una intención determinada. Por ejemplo, dice que quiere un caramelo a la vez que coge una silla y se encarama para cogerlo.
En cuanto a sus relaciones con las personas que le rodean, es fácil que el niño, en presencia de otros niños, se vuelva principalmente sobre sí mismo, se limite a jugar en solitario y sus contactos con sus compañeros de juegos serán casi exclusivamente físicos.
Dentro de la familia, el niño de esta edad se manifiesta de diferentes maneras. Algunas veces esconde sus juguetes reflejando así un creciente sentido de posesión. Demuestra cariño espontaneo, se ríe contagiosamente y se complace con elementales rasgos de humor, para diversión de los que le rodean.
En definitiva, durante estos primeros años de edad el niño se va convirtiendo en un individuo con una personalidad característica y una independencia cada día mayor.