Cada vez que fuma, envejece
Fumar contribuye al envejecimiento prematuro de la piel. Desde 1965 se realizan estudios al respecto y las conclusiones parecen claras: este envejecimiento se debe a que el tabaco induce a la producción de radicales libres, responsables de la oxidación de las células de la piel y a su vez producen una disminución de vitamina A, encargada de proteger a la piel de estas moléculas.
Además, el humo del tabaco compromete la correcta nutrición de la piel ya que la nicotina provoca que las arterias y venas se contraigan y reduzcan su calibre, a lo que hay que añadir que el monóxido de carbono del humo restringe la capacidad de transporte de oxígeno por la sangre y provoca la reducción en un 50% de la capacidad antioxidante de la sangre de todo el cuerpo
Técnicamente esta acción se explica por el aumento de la actividad de las metaloproteinasas (enzimas importantes de la matriz extracelular dérmica) que conducen a la pérdida de la elasticidad cutánea y la aparición de las arrugas.
Así, se calcula que cada bocanada de humo de un cigarrillo contiene unos dos billones de radicales libres que actúan sobre los miles de millones de células sobre las que está edificada nuestra identidad física.
Aunque los cigarrillos lesionan la piel del cuerpo entero, el envejecimiento prematuro resulta más evidente en la cara, ya que las radiaciones solares, en primer lugar, y seguidamente el tabaco, son los enemigos más destacables de la piel.
Esta situación afecta tanto a hombres como a mujeres, aunque los estudios epidemiológicos realizados hasta la fecha confirman que el riesgo de arrugas en las mujeres fumadoras es casi el triple, respecto a las que no consumen tabaco, y el doble en el caso de los hombres.
Se conoce como el ‘rostro del fumador’. La persona presenta una piel rugosa y un tanto grisácea, su cara deja a la vista los relieves óseos (especialmente de los pómulos), los labios y los ojos están rodeados de arrugas finas, líneas profundas y superficiales en las mejillas y las mandíbulas.
Las arrugas de los fumadores son más estrechas, profundas y con contornos más marcados que las arrugas causadas únicamente por la edad.
Además, el tabaco se asocia con otras alteraciones dermatológicas: incrementa el riesgo de aparición de psoriasis y reduce la respuesta a los distintos tratamientos de curación; el humo del cigarro también afecta a la cicatrización de las heridas, provoca acné, cáncer cutáneo y alteraciones en la estética bucal -aumento de la placa bacteriana, mayor riesgo de gingivitis, irritación de mucosas y encías, color amarillento de los dientes-; el cuero cabelludo pierde luminosidad y se vuelve quebradizo, incrementa su porosidad y adquiere un olor característico; las uñas se debilitan, están más frágiles y pierden brillo.
No obstante, a diferencia de las radiaciones solares, los daños del tabaco son reversibles y la piel es el primer órgano que muestra efectos positivos a las pocas horas de dejar de fumar. Abandonar este hábito provoca que el propio organismo trate de regenerar las células dañadas. Como ayuda complementaria a nuestro sistema de defensa en el proceso de desintoxicación del tabaco, se puede aumentar la ingesta de vitaminas [A, C, E] y oligoelementos [hierro, yodo, manganeso…], presentes en muchas frutas y verduras, que favorecen la síntesis de colágeno.
La mejora en la calidad de la piel es tal que, para muchos fumadores en fase de abandono del tabaco, esta mejoría estética se convierte en un elemento muy motivador para avanzar en el tratamiento de desintoxicación y deshabituación tabáquica. Así pues, dejar de fumar no solo evita problemas respiratorios y cardiovasculares, si no que es la solución para no provocar un envejecimiento prematuro de la piel.
Para conseguir abandonar el consumo de tabaco, es necesario confiar en un método efectivo.
Clínicas CITA han desarrollado un método que obtiene un elevado grado de satisfacción, de alrededor de un 97%. Este método consiste principalmente en abarcar de forma global el tabaquismo identificando los patrones de consumo y los diferentes tipos de fumador. Así, si el fumador tiene una dependencia física del consumo se abre la posibilidad de recurrir a una ayuda farmacológica, siempre supervisada por un profesional.
Clínicas CITA proporciona también un entorno aislado y espacios para la actividad física, mejorando la respuesta de los pacientes y facilitando el proceso de deshabituación. El método de Clínica CITA permite hablar de un sistema revolucionario y de probada solvencia. Para más información sobre este método y sobre CITA, visite http://www.clinicascita.com/es/sustancias-y-tratamientos/tratamiento-de-deshabituacion-del-tabaco.html
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